viernes, 22 de abril de 2011


No dudo de tu existencia pequeño, pero se me hace raro pensar en que no te he vuelto a ver. Sé que estás ahí, te siento, te respiro, te escribo, te recuerdo, te quiero.
Tú mismo me decías que no debía perder la esperanza en algo que de verdad quería, que no fuera cabezota, y si era necesario, que diera mi brazo a torcer.
Pero todas esas palabras, esas frases de consuelo que me dedicabas, todas aquellas sonrisas que me dabas han desaparecido cual pétalo en invierno.  No mentiré, ni negaré que te eche de menos, pues te he querido y lo sigo haciendo. Y muy a tu pesar, lo haré hasta que pueda olvidar.
No soy de ideas fijas, y pude comprender que si te fuiste fue por mí, para no hacerme daño, y eso me lo has dicho muchas veces. Pero soy reacia a asumir que ya no estás conmigo.
La amargura me consume, acechando cada recuerdo que tengo de ti, de mi sentimiento, de mi rotura como persona.  Llámame exagerada, pero eras mi apoyo, mi felicidad, mi frescura, todo lo que me inspiraba, lo que necesitaba para seguir en pie, y te fuiste.
Un vacío, un negro hueco en mi pecho, una lágrima y un adiós pude dedicarte yo a ti, nada más.
Y eso es lo que encontrarás si vuelves, una lágrima guardada, un vacío ya cubierto de dolor, y una negrura difuminada por el tiempo. Pero sí, siguen ahí como en el primer día.

No lo olvides...  Tú y yo, contra el mundo.

1 comentario: