sábado, 26 de noviembre de 2011

La conciencia se despierta.

Lo estoy intentando, siguiendo sin margen de error al recuerdo borrado. El instante detenido, el latido, la sangre que empleé par seguir en pie y rememorar el motivo. Telares sombras, transparencias opacas que tapan el trato, el trago o el maltrago, el sendero no hallado las complejidades que nos sumergen en un mar de maldades. El camino, el cansancio, el Libre Albedrío y las ganas de matar al cínico.
Estornudas tras la cornisa que define un estado tras hilos que surgen en disparos, heridas que sangran aún en sus espinas, linares que se entumecen con el tiempo, y este se ha llevado el mérito de lento.
Caer, caer, caer, una pared tras otra, y tus ojos arder. Imaginación ingrata, acciones no devueltas y aún queda la esperanza.
Que no se maltrata, rota entre cadenas de mil espinas que asombran, en la morada de la alevosía.
Agua salada que recorren mejillas insanas y apartadas a patadas brillan en una oscuridad acuciante. Vaciarse. Romperse mil veces, y recomponerse.
Fibras, fibras que has manoseado hasta el punto de dolerte, pálpitos que has hecho crecer hasta el punto de poderte.
Y ya no quedan sonrisas...
Hay algo más allá de esta muralla que traspasa sin más, ¿hablamos de miradas atrapadas?
Enumero las veces que he contado mientras dormías en mi recuerdo, todos los “lo siento”, algún que otro abastecimiento de cenizas incomprendidas, pero el lago se ha llevado arrastras toda la vida.
Grata casualidad que nos encontráramos...
He pasado los mejores momentos, y los peores, si no existieras, no hubiera aprendido. Es... gracias a ti.
Muchas veces he soñado con el retorno y me he equivocado al decir que sería demasiado pronto.
Llorar no sirve de nada si lo puedes cambiar.
Tras toda la superficie, hay un corazón que llora... pero lo más extraordinario es que tiene un lado bueno, como esa luz que se escapa entre la oscuridad, y quiere salir...